En el siglo V, San Agustín tomando como base la filosofía griega formula una visión social del Estado que busca el bien para todos los Cives, escribe una grandiosa obra titulada “De Civitate Dei”, la cual actualiza el pensamiento platónico desde en un ambiente apologético para el Cristianismo. El obispo de Hipona toma coma base el cristianismo para establecer los valores católicos en la sociedad, es obvio que la filosofía que plantea es una corrección contra el mal del contexto que está viviendo.
Para San Agustín el hombre tiende al bien por naturaleza, en él existe las ansias de conseguir la felicidad, pero hay factores externos que lo conllevan por el camino del mal, ejerciendo entonces el libre albedrio, decidirá su inclinación entre el bien o el mal. “Ciudad de Dios” nos plantea la idea que existe una Ciudad Celestial gobernada en Teocracia y una Ciudad Terrenal gobernada por ciudadanos paganos que representa la decadencia y el pecado. La primera es la Ciudad virtuosa (αρετή) , donde el sumo bien es el ideal principal para sus habitantes y como consecuencia lleva al ciudadano a la felicidad en presencia de Dios, recordando que en la Ciudad Celestial es el mismo Dios que gobierna bajo los gobernantes del momento según las leyes del Evangelio, podríamos decir que Dios actúa en persona de los que tienen el poder para hacer de la sociedad una comunidad de paz y solidaridad. La Ciudad Terrenal representa para nuestro autor, el pecado, la corrupción, el mal en todas sus acepciones y es el mismo hombre inclinado por el mal que realiza todos esos actos.
Ahora bien, San Agustín presenta en su magna obra la dicotomía entre la Ciudad Celestial y la Ciudad Terrenal, no es porque son dos ciudades, es una misma Ciudad, solo que el filósofo la divide para poder explicarla y fundamentar su teoría, así mismo tendremos en consideración que es el mismo hombre que vive en ella quien decide el estilo de Ciudad que quiere, partiendo siempre de la premisa de que todos somos libres para elegir. Los valores presentados por el Dr. de la Iglesia en “Ciudad de Dios” son totalmente aceptados en nuestro ordenamiento jurídico actual, deontológicamente debemos actuar bajo los principios y valores axiomáticos que están extrínseca e intrínsecamente en nuestra leyes. Decir que vamos “VÍA A LA CIUDAD DE DIOS”, es decir que queremos construir un País ético, lleno de valores, donde los hombres y mujeres vivan las máximas de la virtudes y podamos así luchar contra la injusticia y el mal.
Ricardo Camacho